En medio del asueto de Semana Santa, las piscinas inflables vuelven a ser la solución para miles de familias que optan por quedarse en casa.
En sectores del Distrito Nacional y Santo Domingo Oeste, las aceras no están tan ocupadas como en años anteriores, pero los patios y marquesinas se han transformado en balnearios improvisados.
El calor aprieta, y muchos dominicanos encuentran en estas estructuras plásticas una solución práctica para refrescarse sin abandonar el vecindario.
José Ramírez, abuelo de cuatro niños, no se complicó. Con 700 pesos compró una piscina mediana y la armó temprano.
"Estar en casa es lo mejor. Los muchachos se entretienen; uno hace su comida, pone su música. ¿Para qué más?", dijo, mientras los infantes chapoteaban felices bajo el sol.
Más allá del ahorro, permanecer en casa es sinónimo de tranquilidad y seguridad para muchos.
Nairobi Guzmán gastó 1,350 pesos en una piscina más amplia y se preparó para disfrutar la Semana Mayor en su propio patio.
"Aquí uno está en paz, con su gente. Es más seguro, definitivamente. Si quiere compartir, lo hace sin líos. Y los niños disfrutan igual o más que en la playa", afirmó con seguridad.

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Este año, muchos han optado por no sacar las piscinas a la calle.
"El temor de ser sancionados o advertidos por las autoridades ha llevado a que padres y madres prefieran mantenerlas dentro de sus casas o patios", expresó Carlos Manuel Maduro.
Las piscinas inflables, con precios que oscilan entre 500 y 2,000 pesos, forman parte del paisaje habitual de la Semana Santa en los barrios, como la alternativa ideal para quienes no pueden o no quieren salir de la ciudad.
Aunque el movimiento en las calles ha sido más lento y menos ruidoso, dentro de las casas el ambiente es otro: niños corriendo mojados, bachata de fondo y familia reunida.